Recife es una ciudad enorme, imposible, de ninguna manera, conocerla en las pocas horas que el crucero te deja en la costa. Encima estaba el tema del maldito mosquito Aedes Aegypti, lo que nos apartó de Olinda, ya que nos habían dicho que era uno de los sectores brasileros más castigados por la epidemia de Zika. Así que sólo fuimos a caminar un poco por el centro histórico, tomamos un colectivo hasta un centro comercial y bajamos a la playa.
Recife, definitivamente, quedó como una cuenta pendiente en Brasil.
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