Salimos para Ronda, con la intención de pasar por Setenil de las Bodegas, pero la primer ruta que encontramos estaba en bastante mal estado, así que luego de un pequeño conciábulo familiar, volvimos atrás. Más adelante encontramos un nuevo desvío a Setenil, así que volvimos a probar por esa ruta que parecía en mejor estado y ¡con guarrails!, no sólo se largó más fuerte sino que bajó una niebla que no se veía 10 metros adelante, o sea, fue Setenil.
Igual a Caro no le gustó la idea...
Pero por suerte Ronda es un pueblo increíble, con su castillo moro y su puente nuevo (que de nuevo no tiene absolutamente nada, como ven en las fotos), eso si bajamos y subimos por escaleras de piedra más de 150 metros.
Almorzamos en el Restaurant Don Javier, que para el que lea este diario y vaya a almorzar en Ronda, mejor que le escape, porque los callos estaban rancios, las natillas secas y el pan duro, una porquería vea usted.
A la tarde llegamos a Málaga (nos salteamos Marbella), después de dar varias vueltas con el coche porque justo enfrente del hotel había un paso de Semana Santa dejamos las valijas y salimos a caminar.
Dejamos a Macarena con su amigo malagueño (sí, Macarena tiene un amigo en Málaga, con quien estaban esperando hacía años conocerse), quien nos contó la increíble historia de su Catedral. Le dicen la “manquita”, porque tiene terminada sólo una de sus dos torres. Cuando iban a finalizarla esos imberbes criollos del otro lado del océano decidieron independizarse, entonces, la plata destinada a su construcción se derivó a la lucha para recuperar América, cosas que se ven distintas del otro lado, ¿no?
La cosa es que mientras ellos dos se ponían al día, nosotros recorrimos el Museo Picasso, que encontramos justo con entrada libre porque era domingo.
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