domingo, 24 de abril de 2016

Día 34: Turquia mon amour(2 de abril)

Todo concluye al fin. Abrimos la ventana del hotel en esa mañana de Estambul y esta era la vista...

 


Desayunamos en el hotel y encaramos hacia la Mezquita Azul, pero antes, los gatos de Estambul...
En el camino nos encontramos con el antiguo hipódromo, en el centro hay un obelisco egipcio del 1500 ac, que los romanos trajeron en un bloque entero y a pulso en el siglo IV y lo pusieron ahí, arriba de una base propia, para demostrar que ellos, siempre, la tenían más grande, obviamente hasta que volvió el imperio otomano y se les acabó la joda.

   

Caminar por Estambul es caminar por Bizancio, caminar por Constantinopla, es una experiencia sin igual si uno se sumerge en esos más de 4 mil años de historia que se respiran en una de las ciudades más antiguas del mundo.
Bueno, y llegamos a la Mezquita Azul, es increíble, es como ver La Alhambra viva.

  



  


De ahí pasamos a Santa Sofía, donde esos cuatro mil años se sienten en cada una de sus muros, recubiertos por capas y capas de historia, reflejadas por los murales de mosaicos, a medio quitar reemplazados por cruces geométricas de los iconoclastas, para luego ser tapadas por las estrellas musulmanas del imperio otomano.

 

 

 

 

 

Cuenta la leyenda que en una columna de Santa Sofía, la última que puso el ángel antes de escapar a la invasión otomana, hay un agujero donde uno puede poner su pulgar y pedir un deseo...

 


También recorrimos el Palacio Topkapi, con sus salones increibles, sus tapices, sus camas gigantescas, sus sillones y alfombras, sus piletas, baños y harenes. Fastuoso es poco. Como dijo Caro, haber venido a Turquía luego de recorrer Andalucía es un cierre perfecto, porque es ver el presente de su paso por el sur de España.

 

 

  


Almorzamos en el mismo palacio, a la vera del Bósforo...





Y caminamos hasta el Gran Bazar, que lo de "gran" le queda chico, diminuto. Paseamos después por el Bazar de las Especias (donde conocimos al dueño de Dogu Pazari, que con un entrañable castellano y un trato más que amistoso, nos vendió desde especias hasta dulces).

  

 

Tampoco sin pensarlo mucho cruzamos el puente de Galata hasta la parte asiática de Estambul.




 


Volvimos en tranvía y cenamos en Arch Bistro, un lugar genial cerca del hotel.

 

 


Mañana nos pasa a buscar el transfer a las 6:20 para llevarnos al aeropuerto y de ahí a Buenos Aires.

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