Luego de la caminata infernal de Londres, arrancamos a patear una Madrid que nos sonó mucho más conocida de lo que hubiéramos esperado, Buenos Aires es realmente un pedacito de España.
Tratamos de salir temprano, pero fue imposible levantar a los chicos después de la maratón nocturna, desayunamos en el departamento y recién a las 11 pasadas salimos hacia Plaza Mayor y de ahí al Palacio Real.
En el camino nos cruzamos con el Mercado San Miguel, un paraíso de jamones, aceitunas y frutillas.
Después del Palacio Real, Fran se perdió en los laberintos de los jardines de Sabatini y luego le rendimos tributo al manco de Lepanto en Plaza España.
Comimos unos montaditos en la Gran Via en un lugar que nos pareció la mar de pintoresco y luego descubrimos que estaba en cada esquina de cada ciudad española (los 100 Montaditos) y seguimos caminando Madrid.
Pasamos por la plaza Cibeles y nos zambullimos en el Museo Tyssen. Pletóricos de Toulousse Lautrec, Gauguin, Picasso y Dali volvimos a merendar y bañarnos para salir al teatro.
Desde hacía meses teníamos reservas para ir a ver la comedia musical del Rey León, pero esta vez en castellano, ¡por fin entendimos todos los chistes de Pumba y Timón!
Cenamos en el Museo del Jamón, caro y con una mala onda infernal y nos volvimos al hotel (que no era hotel, sino un departamento de alquiler temporario en plena avenida Atocha del cual nos enamoramos).
Cuando los chicos ya estaban acostados, aprovechamos a salir para “echarnos unas cañitas” en la calle Huerta, a apenas unas cuadras de ahí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario